Con notorias influencias del giallo, un subgénero del cine italiano de los años setenta, el director norteamericano Nicolas Pesce vuelve a cautivarnos con su peculiar estilo visual en su segundo largometraje titulado Piercing. Pesce deja a un lado la fotografía en blanco y negro utilizada en su ópera prima The Eyes of my Mother para sumergirnos en un mundo lleno de color acompañado de ritmos electrónicos, el cual sirve como escenario de una enfermiza historia de amor entre dos almas con daños físicos y emocionales.
Piercing es la adaptación al cine de una novela japonesa del mismo nombre, escrita por el autor Ryu Murakami. La historia gira en torno a Reed (Christopher Abbott), un hombre de familia al que le resulta imposible continuar reprimiendo su instinto criminal. Incapaz de controlar su sed de sangre y consternado por hacerle daño a su esposa e hija, éste decide refugiarse en un hotel para planear su siguiente fechoría con precisión y concentración. Sin embargo, lo que Reed no imaginaba era que Jackie (Mia Wasikowska), una sexo-servidora a quien ha elegido como su próxima víctima, llegaría a arruinar sus planes y a robarle un pedazo de su fracturado corazón.
Hay quienes comparan la película con Phantom Thread y, en efecto, hay momentos en los cuales la historia se mueve por temáticas muy similares a la obra de Paul Thomas Anderson. Especialmente aquellos en los que los que vemos el estira y afloja entre una pareja que busca encontrar el balance perfecto a pesar de sus diferencias y de los traumas que vienen arrastrando del pasado. Obviamente Piercing es un relato mucho más desquiciado y sangriento, con un sentido del humor más oscuro, y con un estilo visual más contemporáneo y colorido.
Las melodías pertenecientes a cintas como The Red Queen Kills Seven Times, Deep Red y Tenebre (éstas dos últimas dirigidas por Dario Argento) encajan a la perfección en las estilísticas – y a veces claustrofóbicas – secuencias previstas por Pesce. El uso de maquetas o edificios en miniatura para recrear las tomas de la ciudad van a tono con la personalidad tan surreal y a veces hasta un poco artificial que está presente a lo largo de la cinta. El uso frecuente de la pantalla dividida también es un elemento que juega con la nostalgia por el cine de los años sesenta y setenta.
Aunque Christopher Abbott y particularmente Mia Wasikowska se comprometen al cien por ciento con las perversidades de sus personajes, hay algo en Piercing que no termina de cuajar. En ocasiones da la impresión de ser un ejercicio de estilo sobre sustancia. Visualmente atractiva y con la dosis correcta de gore, pero un tanto vacía en la exploración de los conflictos de la pareja protagónica. Hay instantes en los cuales se plantean algunos de los traumas que han llevado a los protagonistas al lugar donde se encuentran. Sin embargo, éstos son tan esporádicos y breves que no proveen demasiado soporte al desarrollo de los personajes y aún más importante, a crear un vínculo emocional con el espectador.
A pesar de ello, hay mucho que admirar de Piercing y del estilo de su realizador Nicolas Pesce, cuyo siguiente proyecto consistirá en revivir la franquicia de terror The Grudge. Piercing es un relato que nos enseña que a veces el amor duele. Cerramos viejas cicatrices, pero abrimos nuevas heridas. Aceptamos las locuras y manías del otro, y las complementamos con nuestras propias obsesiones. Una exploración al lado visceral de las relaciones sentimentales desde una perspectiva cómica, sangrienta e incómoda.
Calificación: ** 1/2
Título original: Piercing
Año: 2018
País: Estados Unidos
Dirige: Nicolas Pesce
Con: Christopher Abbott, Mia Wasikowska y Laia Costa