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Reseña – El Hoyo (The Platform)

El Hoyo (The Platform) nos presenta una alegoría social muy ad hoc a los tiempos modernos. El director Galder Gaztelu-Urrutia y el guionista David Desola (Almacenados) crean juntos una pesadilla distópica en la que una prisión vertical con más de un centenar de niveles representa la estructura de la sociedad. Cada nivel tiene la capacidad de alojar a un máximo de dos personas, quienes conviven durante un mes completo antes de ser trasladados a otro piso – a veces más arriba pero, en ocasiones, mucho más abajo de donde se encontraban. Los prisioneros de este claustrofóbico recinto son alimentados una vez el día a través de una plataforma que desciende lentamente desde lo más alto del edificio. En la planta principal, un restaurante de alta cocina prepara cuidadosamente el banquete diario que, en teoría, debería saciar el hambre de todos los reos. Sin embargo, lo que la administración de la prisión desconoce, o quizá decide ignorar a propósito, es que una vez que el festín abandona la planta 0, la distribución de comida está lejos de ocurrir de forma ordenada y equitativa.

Tal y como sucede en el mundo real, la avaricia y la gula de quienes se encuentran en los niveles superiores ocasiona que más de la mitad de los habitantes del reclusorio no tenga ni una sola migaja que comer. Mientras los de arriba degustan de un exquisito manjar digno de un rey, los de abajo deben encontrar la manera de sobrevivir sin alimento durante un mes. Algunos prefieren quitarse la vida, mientras otros recurren al canibalismo como última opción, una metáfora de cómo la falta de recursos en ocasiones conlleva a la violencia. Como dice la expresión anglosajona, un mundo de dog-eat-dog (perro-come-perro) donde sólo el más fuerte sobrevive. Uno creería que las reglas del lugar ayudarían a cambiar el sistema paulatinamente. Quien haya ascendido a los pisos más altos tras experimentar hambruna quizá estará consciente de ello y, por ende, limitará sus raciones para poder compartirlas con los menos afortunados. «Obvio», como repite en múltiples ocasiones Trimagasi, un anciano que vive en la prisión, esto no sucede. Un claro ejemplo de cómo la misma condición humana, aunada al sentido de privilegio, evitan que las cosas cambien para bien.

Un rayo de esperanza se vislumbra con la llegada de Goreng (Iván Massagué), un hombre que decidió ingresar voluntariamente a la prisión vertical para combatir su adicción al tabaco. Mientras otros reclusos prefirieron llevar consigo un arma punzo-cortante como único objeto de compañía, el protagonista decidió cargar con una copia física de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. El idealista Goreng ingresa al nivel número 48, y es recibido por su compañero de celda Trimagasi (Zorion Eguileor), un hombre que lleva más de un año de encierro y está a punto de cumplir con su condena. Durante el primer mes, ambos comienzan a entablar una estrecha amistad. Asimismo, Goreng comienza a cuestionar y entender el funcionamiento de la cárcel. No obstante, cuando estos son enviados al piso 171 en el siguiente periodo, las cosas cambian de inmediato y la amistad cultivada será puesta a prueba. Dispuesto a acabar con la desigualdad que observa dentro del edificio, el protagonista se embarcará en una peligrosa misión casi mesiánica con la finalidad de iniciar una revolución. Una lucha titánica contra la indiferencia de los de arriba y la desesperación de los de abajo.

Aunque la historia va tornándose un tanto ambigua conforme avanza la cinta, no cabe duda que la ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia es una que sobresale por su atrevida e inteligente propuesta. Un truculento viaje que desciende hasta lo más oscuro y monstruoso de la sociedad y del instinto humano. Como experiencia, El Hoyo es un filme de terror minimalista y asfixiante que nos mantiene al filo del asiento con sus impredecibles giros y sorpresas. Las comparaciones con Cube y Saw son válidas, especialmente en la manera en como ésta utiliza su entorno para ir creando una atmósfera tremendamente sofocante y espeluznante.

La producción de Netflix, estrenada mundialmente en el Festival Internacional de Cine de Toronto 2019, ofrece más interrogantes que respuestas, y es ahí donde principalmente radica su encanto. Días después de haberla visto, El Hoyo continúa presente en mi mente, llevándome a analizar cada pequeño detalle en busca de nuevas interpretaciones, en especial de su enigmático y simbólico final. Una conclusión que se presta a múltiples lecturas según la postura de cada espectador. Habrá algunos idealistas que confíen en el sacrificio y la lucha del protagonista como catalizador de un cambio radical en las reglas y el estilo de vida dentro de la prisión, mientras que otros, quizá más pesimistas (o realistas), observen la imposibilidad de poder concebir un cambio tan drástico, a menos que primeramente se derroque a los que mantienen el poder.

Calificación: *** 1/2

Título original: El Hoyo (The Platform)

Año: 2019

País: España

Dirige: Galder Gaztelu-Urrutia

Con: Iván Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan y Emilio Buale

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