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Reseña – Glass

En completo hermetismo, el director M. Night Shyamalan fue creando su propio universo cinematográfico de superhéroes desde hace casi dos décadas. Lo hizo primeramente con Unbreakable en el 2000, y posteriormente – diecisiete años más tarde – con el estreno de Split. Glass fue vendida como la tercera y última parte de una saga que reuniría a tres de sus personajes mas entrañables, cuyos extraños poderes sobre-humanos los han llevado a cuestionar su identidad y su lugar en el mundo que les rodea. Shyamalan, acostumbrado a sorprender a la audiencia con sus inesperados giros de tuerca, vuelve a hacerlo de nueva cuenta, aunque esta vez sin gozar del mismo impacto que tuvieron algunos de sus trabajos previos como The Sixth Sense o Signs.

Hay una escena en la cual vemos a Mr. Glass (interpretado por Samuel L. Jackson) leer una revista cuyo encabezado anuncia «A Real Marvel», en relación a la inauguración de un elegante y moderno rascacielos en la ciudad de Philadelphia. Sin embargo, esta frase podría interpretarse también de otra manera. Es como si su realizador tratará de decirnos, por medio de este «easter egg», su verdadera intención: crear una versión alternativa y más realista al mundo de superhéroes que Marvel ha posicionado en la pantalla grande. Los héroes y villanos de Shyamalan se reúnen en una cinta que ofrece al espectador más que una simple resolución a las historias previamente desarrolladas en los dos filmes previos.

Han pasado un par de años desde que el multifacético Kevin Crumb (James McAvoy) logró huir de las autoridades sin dejar rastro alguno. Sin embargo, la reciente desaparición de un grupo de jovencitas ha comenzado a levantar sospechas de que éste ha resurgido de las sombras. Es entonces cuando David Dunn (Bruce Willis), enfundado en su abrigo oscuro y convertido en todo un vigilante nocturno, se da a la tarea de encontrar su paradero. En el intento, ambos personajes son capturados por la doctora Ellie Staple (Sarah Paulson) e internados en una institución psiquiátrica donde comparten el piso con el enigmático y frágil Elijah Price (Jackson).

La psicóloga no cree en los cuentos de hadas ni en la existencia de superhéroes en el mundo real, por lo que de inmediato diagnostica a los tres individuos como enfermos mentales que sufren de paranoia y delirios. La institucionalización de Kevin, David y Elijah ayudará a comprender mejor su comportamiento y sus supuestos poderes sobre-humanos, y a mantenerlos aislados del mundo exterior. Dispuesto a demostrar a la doctora – y al resto del mundo – lo equivocados que están, Elijah hará uso de su poder mental para montar un minucioso plan que facilitará que éste y sus dos compañeros escapen del recinto.

En Glass, Shyamalan intenta alejarse de los típicos convencionalismos del género, lo cual se agradece, aunque desafortunadamente el resultado final termina quedándose a medio camino. James McAvoy y sus múltiples personalidades vuelven a robar los reflectores, tal y como sucedió en Split. El actor escocés muestra nuevamente su impresionante versatilidad al transformarse en el pequeño Hedwig, la sensata Patricia, o la incontrolable Bestia en cuestión de segundos. Y aunque el resto del elenco hace una labor decorosa, ninguno de ellos consigue una interpretación que se equipare a la de McAvoy. Es refrescante ver a Bruce Willis encabezar un proyecto de este calibre, ya que recientemente ha estado ocupado en protagonizar cintas de acción lanzadas directo a video. Samuel L. Jackson y Sarah Paulson cumplen, mientras que Anya Taylor-Joy termina siendo tristemente relegada a un papel secundario sin mucho protagonismo.

Más allá de las intenciones de su realizador, quizá el mayor defecto de la película radica en su ritmo tan letárgico, uno que nos termina recordando demasiado al de Unbreakable. Existe una gran cantidad de información que procesar, especialmente en la primera mitad de la cinta, que si bien ayuda a establecer las leyes del universo Shyamalaniano y a crear una mitología en torno a sus personajes, hacen que uno pierda la paciencia para el segundo acto. El balance entre el bien y el mal, la lucha interna de los protagonistas por descubrir su verdadera identidad, y el sentirse orgullosos de sus diferencias ante el mundo exterior son algunos de los temas más representativos del cierre de la trilogía.

Así como Unbreakable se convirtió en una experiencia decepcionante como sucesora de The Sixth Sense, lo mismo ocurre aquí entre Split y Glass. El suspenso y la intensidad de Split brillan por su ausencia en esta entrega. No hay lugar para momentos genuinos de acción y de comedia. Solamente nos queda una frenética cámara en constante movimiento (algunos de ellos un tanto cuestionables) que no consigue llenar ese vacío presente a lo largo de la cinta. El acto final se siente tan forzado y anti-climático que no genera expectativas ante la posibilidad de continuar extendiendo este universo cinematográfico.

Glass intenta ser varias cosas al mismo tiempo y desgraciadamente falla en el intento. La historia que tomó casi dos décadas en gestarse tiene una conclusión demasiado floja, y su esfuerzo por reforzar el universo alternativo habitado por superhéroes atípicos resulta poco satisfactorio. Lo único rescatable de esta fracturada y aburrida secuela es la presencia de James McAvoy, quien otra vez se convierte en el MVP de un filme de M. Night Shyamalan.

Calificación: **

Título original: Glass

Año: 2019

País: Estados Unidos

Dirige: M. Night Shyamalan

Con: Bruce Willis, Samuel L. Jackson, James McAvovy, Sarah Paulson y Anya Taylor-Joy

 

 

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