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Reseña – El Hombre Que Vio Demasiado

A diferencia del cine mexicano de ficción, el género documental continúa reinventándose, proponiendo historias de gran interés que resultan más cercanas y familiares que los dramas y las comedias con actores y actrices de renombre que simplemente fallan en capturar ese estilo de vida único y característico de la sociedad mexicana. Con títulos recientes como Tempestad de Tatiana Huezo, Bellas de Noche de María José Cuevas y Plaza de la Soledad de Maya Goded, los documentales mexicanos han puesto en alto el nombre del país en plataformas internacionales, retratando aspectos íntimos del ámbito político, social y cultural en México como nunca antes habíamos visto, y todos ellos vistos a través del lente de estas talentosas realizadoras. A este grupo de directoras se une Trisha Ziff, quien en su tercer trabajo documental El Hombre Que Vio Demasiado nos acerca a un personaje principal enigmático que ha hecho una larga y exitosa carrera en base al morbo y curiosidad de los mexicanos por la muerte y la violencia.

Desde pequeño, Enrique Metinides demostró su pasión por la fotografía. Inspirado por las películas de acción que veía frecuentemente en el cine, Enrique – cuyos padres eran migrantes de Grecia – comenzó a tomar fotografías de accidentes automovilísticos en la Ciudad de México. Al poco tiempo, el tabloide de nota roja La Prensa lo contrató para que éste se encargara de capturar con su cámara las escenas de pánico de dichos incidentes viales, las cuales terminaban apareciendo en primera plana. El chico aún cursaba la primaria cuando ya podía presumir a sus compañeros de tener un trabajo de adulto. Sin embargo, su contacto con este mundo violento y sanguinario a tan corta edad lo llevó a presenciar terribles imágenes que jamás logró borrar de su memoria.

La película nos transporta al presente para conocer más a fondo a Enrique Metinides, quien ya se ha retirado de su profesión y vive solo en una casa de la Ciudad de México, pero acompañado de sus múltiples colecciones. Digamos que Enrique es uno de esos acumuladores compulsivos, pero de los que mantienen todo en perfecto orden. Asi es como nos adentramos a su mundo para conocer sus colecciones de notas periodísticas en álbumes bien cuidados y ordenados alfabéticamente, así como su extensa colección de figuras de ranas y bomberos que llenan habitaciones enteras. Es claro que este comportamiento se ha convertido en una especie de escudo que lo mantiene ocupado de revivir las horribles memorias que guarda en su mente, a través de años de fotografiar accidentes de todo tipo, y vivir diariamente entre tantos cadáveres.

Es así como Don Enrique, el Nightcrawler mexicano, nos relata sus anécdotas que parten desde sus primeros trabajos en la infancia, hasta aquellos que casi le cobraron la vida. Al mismo tiempo que el hombre nos narra la historia detrás de la fotografía, la realizadora Trisha Ziff nos lleva hasta el lugar de los hechos en la actualidad, a veces con algunas de las personas que aparecen en las fotografías sosteniendo las imágenes ante la cámara. Algunas de ellas resultan un tanto incómodas, especialmente la secuencia que ocurre dentro de un mercado, pero que finalmente ponen en juicio el valor del trabajo del sujeto principal del documental desde un punto de vista moral. La gente mexicana siente curiosidad y morbo por los accidentes y homicidios, quieren saber a detalle que fue lo que sucedió, y dicha demanda require que alguien como Enrique salga a la calle y haga el trabajo que nadie quiere hacer. Como bien dice uno de los presentes en el documental, la tragedia de uno se convierte en el negocio (y placer) de otros.

A pesar de las miles de crónicas e historias a lo largo de su vida, Don Enrique no se considera un reportero sino simplemente un aficionado a la fotografía sin la educación necesaria para convertirse en alguien profesional. Sin embargo, su trabajo refleja todo lo contrario. Sus imágenes, aunque estáticas, logran capturar grandes historias en un momento fijo, y retratan a una sociedad y a una ciudad que ahora forman parte del pasado colectivo. Artistas de talla internacional han visto en el trabajo de Enrique más que simples fotografías. Algunas composiciones son tan crudas y artísticas al mismo tiempo que han llamado la atención de importantes figuras del mundo de la fotografía para montar exposiciones y muestras de su obra a nivel internacional.

La vida de Don Enrique es fascinante y uno quisiera conocer aún más sobre este enigmático personaje. Hay ciertos aspectos de su vida personal y familiar que son explorados muy por encima y que nos hubiera encantado conocer un poco más. A menos que esa sea la intención de Ziff y que ésta busque dejar algunas cosas fuera de cuadro para confirmar su teoría sobre la cultura del mexicano, de andar de curioso, fascinado por la vida privada de los demás.

Asimismo, El Hombre Que Vio Demasiado nos ofrece una reflexión oportuna sobre el estado de violencia que se vive a lo largo del territorio mexicano. La historia de Enrique muestra la obsesión de una sociedad entera con la violencia, y cómo con el paso del tiempo, ésta ha ido elevándose hasta llegar al punto en el cuál nos encontramos ahora. Resulta un tanto escalofriante ver la reacción del protagonista ante lo que sucede hoy en día. Estamos ante un hombre que ha visto todo, ha librado la muerte de cerca, y aún así, observamos un cierto terror en sus ojos cuando piensa en el futuro que nos depara.

Calificación: *** 1/2

Título original: El Hombre Que Vio Demasiado (The Man Who Saw Too Much)

Año: 2016

País: México, Estados Unidos

Dirige: Trisha Ziff

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