El descubrimiento de un nuevo cometa dentro del sistema solar se convierte en una jubilosa hazaña para Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), una estudiante de doctorado de la universidad de Michigan. Sin embargo, tras realizar una serie de cálculos con la ayuda de su compañero, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), sus sonrisas se desdibujan inmediatamente. La ciencia no miente: el astro se encuentra en trayectoria directa hacia la Tierra y hay un 99.78% de certeza que éste impactará en el Océano Pacífico, cerca de la costa de Chile, en seis meses y catorce días. Lo más alarmante es que las dimensiones de este cuerpo celeste, de entre 5 a 10 kilómetros de ancho, lo colocan dentro de la peligrosa categoría de «asesino de planetas», similar al asteroide Chicxulub que supuestamente acabó con la vida de los dinosaurios hace más de 60 millones de años.
Con la ayuda del doctor Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), los astrónomos se dirigen a la Casa Blanca para informar a la presidenta Orlean (Meryl Streep) de la inminente catástrofe. No obstante, la mandataria y su hijo Jason (Jonah Hill) los reciben de mala gana, minimizando la importancia de sus hallazgos y menospreciando sus conocimientos. Después de todo, los líos políticos en los que la líder de la nación se encuentra involucrada son su única prioridad en plena temporada electoral. Ante la indiferencia y las burlas con las que su mensaje es recibido por los miembros de la Oficina Oval, Mindy y Dibiasky deciden contactar a los medios de comunicación para revelar la verdad. Lo que ambos no habían contemplado es que la gente está cansada y aburrida de escuchar a la comunidad científica hablar desde su pedestal de superioridad intelectual, por lo que su importante anuncio termina diluyéndose entre un mar de escándalos y chismes de políticos y celebridades.
La indignación y el enojo de los protagonistas ante la apatía del público son sentimientos que hemos vivido colectivamente durante los últimos dos años, y que el director Adam McKay ha conseguido plasmar casi a la perfección en esta divertida y deprimente sátira. Don’t Look Up (No Miren Arriba) es un penoso espejo del estado actual de la sociedad, de la politización de las catástrofes naturales, de la polarización estimulada por las redes sociales, y de la desinformación y las teorías de conspiración que abundan por doquier. Resulta sencillo reemplazar la amenaza del cometa Dibiasky por el del virus SARS-CoV-2 para observar la absurdidad con la que los líderes políticos, científicos, empresarios, medios de comunicación, artistas y el resto de la población actúan. Algunos llenando sus bolsillos a costa del miedo o impulsando sus corrosivas agendas. Otros más sumando seguidores y likes, o simplemente teniendo la satisfacción personal de creerse superiores a los demás.
McKay conserva el estilo cómico al cuál nos ha acostumbrado en filmes como The Big Short y Vice, apoyado por su característico y frenético trabajo de edición y un efectivo score a cargo de Nicholas Britell. Sin embargo, a diferencia de sus trabajos previos, Don’t Look Up resulta más ligera y menos densa. Sus temas de actual relevancia son abordados con grandes dosis de humor sin llegar a perder valor o importancia, y la colaboración con Netflix le permite explorar nuevos horizontes y géneros que quizás hubieran sido difíciles de lograr con un estudio cinematográfico tradicional. No cabe duda que el gigante del streaming tiró la casa por la ventana con esta producción, sobre todo al reunir a un impresionante reparto que evoca a los repertorios del mismísimo Robert Altman.
Los ganadores del premio de la Academia, Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, realizan una mancuerna fantástica y encabezan el elenco de esta sátira de ciencia ficción de forma magistral. DiCaprio saca provecho nuevamente a su talento para la comedia, mismo que vimos recientemente en Once Upon a Time… in Hollywood, para interpretar a un nervioso científico al borde de un ataque de ansiedad. Lawrence, quien había tomado un breve receso de los reflectores, retorna a la pantalla con un personaje mordaz y sin miedo a hablar con la verdad. El resto del reparto termina cayendo en tres categorías: los villanos cumplidores (Cate Blanchett y Meryl Streep), los desaprovechados (Melanie Lynskey, Rob Morgan y Timothée Chalamet), y los que de plano están en una sintonía totalmente distinta (Jonah Hill y Mark Rylance, en una extraña mezcla entre Zuckerberg y Jobs).
Pese a su sólido arranque, Don’t Look Up pierde un poco su ritmo durante su segunda mitad al centrarse en sub-tramas que aportan poco al relato principal (el romance entre el doctor Mindy y la conductora de televisión Brie), o en chistes que jamás despegan y que se extienden por toda la película (la obsesión de Kate por el general que les vendió snacks en la Casa Blanca).
Don’t Look Up es un relato precautorio que nos muestra a través de su punzante humor el rumbo tan desolador al cual pareciera dirigirse la humanidad. Un mundo en el que las diferencias tan irreconciliables terminarán por acabar con nosotros antes de que algún cometa haga contacto con el planeta. Una triste realidad en la que la ciencia es sinónimo de fraude, las mentiras venden más que la verdad, y las ganancias económicas son puestas por encima del bienestar de la gente. «Celebra, llora u ora para sacarte del embrollo que hicimos, porque el mañana tal vez nunca llegue», se escucha en la fantástica e hilarante canción original Just Look Up, en voz de Ariana Grande y el rapero Kid Cudi. Unas letras que resumen a la perfección el mensaje que McKay y compañía buscan transmitir antes que sea demasiado tarde.
Don’t Look Up (No Miren Arriba) estrena a nivel internacional en Netflix a partir del 24 de diciembre del 2021.
Título original: Don’t Look Up (No Miren Arriba)
Año: 2021
País: Estados Unidos
Dirige: Adam McKay
Con: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Rob Morgan, Jonah Hill, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman, Ariana Grande, Kid Cudi, Himesh Patel y Melanie Lynskey
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