Basada en otra de las terroríficas investigaciones paranormales del matrimonio Warren, The Conjuring: The Devil Made Me Do It (El Conjuro 3: El Diablo Me Obligó a Hacerlo) es la octava entrega dentro del llamado Conjuringverse, la exitosa franquicia de terror que está a nada de rebasar los dos mil millones de dólares de taquilla a nivel internacional. Tras una serie de desafortunados spin-offs que buscaban capitalizar el interés del público en algunos de los demonios más poderosos introducidos en la saga (Annabelle, The Nun, La Llorona), Lorraine (Vera Farmiga) y Ed (Patrick Wilson) retornan como los protagonistas absolutos de este perturbador caso de la vida real, el cual estremeció al pueblo estadounidense hace cuatro décadas.
En 1981, los Warren acuden al hogar de la familia Glatzel, ubicado en un pequeño poblado del estado de Connecticut, para analizar el extraño comportamiento de David (Julian Hilliard), su hijo menor, quien pareciera estar poseído por un espíritu maligno. Con el apoyo de un sacerdote, la pareja de demonólogos deciden practicar un arriesgado exorcismo que termina saliéndose de control: Lorraine comienza a tener una serie de aterradoras visiones, Ed sufre un paro cardíaco súbito, y el demonio que atormentaba a David encuentra una nueva víctima en Arne (Ruairi O’Connor), el novio de su hermana Debbie (Sarah Catherine Hook).
Días después del fallido exorcismo, Arne comete un escalofriante crimen del cual no tiene recuerdo alguno. De inmediato, los protagonistas advierten a las autoridades de la posible naturaleza de tan salvaje y despiadado acto: el joven no había actuado por cuenta propia, sino que éste había sido guiado por las órdenes de un ente demoníaco. El caso cobró interés a nivel nacional no solo por tratarse del primer asesinato en la historia del pueblo. También sería la primera vez que un caso judicial de homicidio utilizaría dicha razón como argumento para justificar la inocencia del inculpado. Sin pruebas suficientes para comprobar la veracidad de sus declaraciones ante la corte, el matrimonio Warren se embarcará en una exhaustiva búsqueda para hallar las piezas faltantes de un intrincado y siniestro rompecabezas.
Esta nueva entrega, dirigida por Michael Chaves (The Curse of la Llorona) se aparta un poco de la fórmula de las dos cintas previas de The Conjuring al presentar un caso de brujería, y no uno de seres demoníacos que acechan a los residentes de alguna casa. Esto termina por jugar tanto a favor como en su contra. Por un lado, se agradece el rumbo distinto que toma la franquicia para evitar el desgaste, haciendo que el origen del mal tenga una identidad humana. No obstante, esto significa menos momentos de terror paranormal al que la saga nos tenía acostumbrados, por lo que aquellos que vayan en busca de una alta dosis de sobresaltos quizá saldrán un poco decepcionados.
Pese a su prometedor arranque, The Conjuring: The Devil Made Me Do It no logra mantener el mismo ritmo a lo largo del metraje de casi dos horas de duración. Fuera de una brillante escena que involucra un colchón de agua, el resto de la película recurre a elementos demasiado predecibles y familiares que no consiguen igualar o superar lo visto en Annabelle: Creation o en la primera cinta de la saga estrenada en el 2013, la cual aún sigue siendo nuestra favorita. El nivel de suspenso es casi nulo, mientras acompañamos al par protagónico seguir las pistas de no solo uno, sino de dos casos que parecieran estar conectados, y que podrían ayudar a encontrar al individuo que ha practicado magia negra en sacrificio de vidas humanas.
La última vez que habíamos visto a los Warren reunidos en pantalla, uno de los temas tratados fue el cuestionamiento de sus hallazgos y sobre si estos eran un par de héroes o simples charlatanes que aprovechaban los reflectores con fines de lucro. Resulta un tanto decepcionante que la controversia generada por el caso de Arne Johnson no sea explorada más a fondo en la cinta para dar continuidad a dicho debate presentado inicialmente en Annabelle Comes Home. En realidad, uno de los hermanos de David afirmó que el menor no estaba posesionado, sino que éste padecía de enfermedades mentales y que el matrimonio experto en asuntos sobrenaturales distorsionó lo ocurrido para beneficio económico. Es también desilusionante que la película prepare el camino para ofrecernos una historia de terror en los juzgados, y lo único que veamos sea lo que sucede «tras bambalinas».
The Conjuring: The Devil Made Me Do It encuentra su redención gracias al trabajo de sus protagonistas, Vera Farmiga y Patrick Wilson, cuya química y familiaridad con los personajes les ayuda no solo a encontrar el tono adecuado, sino también a que sus tribulaciones se sientan más auténticas, especialmente en una cinta que se dedica a poner en jaque el amor que se profesan. A pesar de que su ritmo flaquea y de que no ofrece el mismo nivel de sustos que sus antecesoras, esta tercera parte de The Conjuring al menos arriesga un poco más, tanto en el ámbito visual como en el narrativo, que los desventurados spin-offs de la saga, y resulta más entretenida que la mayoría de los intentos de Hollywood por replicar el éxito alcanzado por las historias de los Warren.
Calificación: **
Título original: The Conjuring: The Devil Made Me Do It (El Conjuro 3: El Diablo Me Obligó a Hacerlo)
Año: 2021
País: Estados Unidos, Inglaterra
Dirige: Michael Chaves
Con: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Ruairi O’Connor, Sarah Catherine Hook y Julian Hilliard