Desde pequeño, siempre soñé con ir a un autocinema. La idea de ver una película desde el interior del automóvil sonaba fascinante. Tal vez era la influencia de aquella emblemática entrada de la serie televisiva de Los Picapiedras (The Flintstones), donde la familia entera se subía a su coche prehistórico para ir a disfrutar de una cinta al aire libre, que me daba mucha curiosidad.
A principios de los años noventa, recuerdo que aún existían cuatro autocinemas en la ciudad de Monterrey, en México: Las Torres, La Pastora, Santa Catarina y San Nicolás. Años atrás había existido el famoso Futurama 2000 en la colonia Contry, muy cerca de donde ahora se ubica el centro comercial Plaza La Silla. La mayoría de estos cinemas dejaron de proyectar películas por ahí de 1996-1997. Eventualmente, el espacio ocupado por el Autocinema La Pastora se convirtió en el Estadio BBVA Bancomer, casa de uno de los equipos de fútbol local, y el de Las Torres gozó de una segunda vida como sede de conciertos. Me tocó ir a un par de eventos en vivo en el 2005-2006, y el lugar aún conservaba la enorme (pero ya deteriorada) pantalla de proyección.
El concepto de autocinemas (o drive-in theaters) surgió en los Estados Unidos a principios del siglo pasado, aunque estos tomaron auge en los años cincuenta y sesenta. La idea consistía en disfrutar de una película sin tener que salir del automóvil. El audio de la cinta se transmitía a través de señales de radio AM o FM, y el staff del cine recorría los coches para ofrecer comida a los asistentes. Ante la llegada del entretenimiento en casa, este tipo de lugares comenzaron a cerrar sus puertas en las décadas posteriores. Hasta el año 2014, se estimaba que aún existían unos 300 autocinemas en la Unión Americana, sosteniéndose principalmente por el factor nostalgia. En el estado de Washington, donde actualmente resido, aún sobreviven tres de estos cines.
Este año decidí visitar uno de estos autocinemas por motivo de mi cumpleaños. Mi sueño finalmente se hizo realidad, y la experiencia fue nostálgica y magnífica. El Blue Fox Drive-In se encuentra ubicado en Oak Harbor, en la isla de Whidbey. Partiendo de Seattle, uno puede llegar vía ferry (la salida es en Mukilteo), o bien, manejando por Anacortes y atravesando el Deception Pass (un viaje de alrededor de 2 horas y media).
El autocinema, inaugurado en 1959, nos recibió con su logotipo en estilo retro. La caseta donde antes se vendían boletos hoy permanece abandonada. Luego de manejar por un tramo sin pavimentar, uno llega a una ventanilla donde se compran los boletos de entrada: $7 dólares por adulto pagando con tarjeta de crédito, o $6.50 en efectivo (niños de 5-10 años pagan $1.50/$1 con tarjeta/efectivo, y menores de 5 entran gratis). El costo incluye la permanencia voluntaria a las películas en exhibición. Por lo general son dos o tres cintas, todas de reciente estreno. En nuestra visita, la cartelera estaba conformada por Incredibles 2, Mamma Mia: Here We Go Again, y Jurassic World: Fallen Kingdom.
El recinto tiene espacio para cientos de coches. Las primeras tres filas están reservadas para automóviles pequeños, las siguientes para autos de tamaño mediano y SUVs, y las últimas filas para camionetas. La primera función inicia justo después del atardecer, entre 8pm y 10pm dependiendo del mes. Durante el verano recomiendan llegar con anticipación ya que el autocinema suele llenarse. Nosotros fuimos en sábado de Labor Day Weekend y estuvo totalmente abarrotado. Llegamos alrededor de las 6pm (dos horas antes de que iniciara la primer película), y alcanzamos buen lugar en la cuarta fila.
El ambiente en el Blue Fox Drive-In es 100% familiar, y cuentan con una serie de actividades que pueden realizarse para entretener a los más pequeños previo al inicio del filme. Hay una pista de go karts al lado de la pantalla de proyección, y un salón de arcade con maquinitas y videojuegos. Para ambas actividades es necesario comprar boletos adicionales.
El cine tiene una enorme cafetería, también con un toque retro, que vende la típica comida a un precio muy accesible. Desde hamburguesas, pizzas, hot dogs, chili dogs y papas a la francesa, hasta palomitas, refrescos, nieves y golosinas. La mejor manera de apoyar a este tipo de negocios locales es a través de la compra de alimentos. Es por ello que recomiendan no llevar bebidas o alimentos desde casa. El highlight de nuestra visita fueron las papas a la francesa o curly fries de tamaño jumbo, que pueden compartirse entre varias personas.
Mucha gente prefiere estacionarse con el frente del automóvil hacia la pantalla, principalmente las parejas. Otras personas se estacionan en sentido contrario y abren la cajuela de sus coches para ahí sentarse o recostarse. Hay quienes llevan sillas y colchas para sentarse en el piso, y también me tocó ver a familias que ponían un colchón de aire en la parte trasera de una camioneta pick-up. Nosotros nos sentamos en la cajuela y llevamos varias colchas para cobijarnos. Aunque todavía estamos en verano, la temperatura suele bajar considerablemente después del atardecer, así que nuestros suéteres y gorras extra fueron de gran utilidad. El cine también renta radios portátiles para aquellos que quieran sentarse fuera del automóvil y escuchar los diálogos de la película.
Una vez pasadas las 8 de la noche, dio inicio la primera función. Me impresionó la calidad de la imagen en la enorme pantalla, y del audio, el cual transmiten a través de la frecuencia 88.7 de FM. Antes de que comience la película, se entona el himno nacional de los Estados Unidos. Al final, los asistentes comienzan a sonar el claxon en repetidas ocasiones. Me parece que esto es parte de una tradición de los autocinemas, pero fue un detalle que me sorprendió y que hizo sentirme parte de una experiencia sumamente americana.
Durante la película hubo movimiento de automóviles, pero nada que arruinara la experiencia cinematográfica. Al término de la primera cinta (alrededor de las 10:30pm), la mayoría de las familias con niños pequeños abandonaron el lugar. Yo diría que como el 50% de los vehículos. La segunda función de la noche fue Mamma Mia: Here We Go Again, y fue una grata experiencia disfrutar de la película nuevamente bajo la lluvia de estrellas. La enorme luna color naranja apareció en el horizonte, y fue elevándose hasta el término de la función.
La última película de la velada (Jurassic World: Fallen Kingdom) inició alrededor de las 12:30am, y para ese entonces muchos automóviles se retiraron. Incluidos nosotros, ya que nos esperaba un viaje de dos horas de regreso a Seattle. Consideramos rentar una habitación en algún hotel cercano para disfrutar de la aventura jurásica al aire libre, pero al ser fin de semana feriado, todas las opciones de alojamiento estaban agotadas.
Mi primera visita a un autocinema fue una experiencia única e inolvidable. Superó por mucho mis expectativas, y sentí que fui parte de una tradición sumamente norteamericana. La experiencia de disfrutar de una película recostado, viendo el cielo lleno de estrellas, vale más que el precio de admisión.
Definitivamente, la visita al Blue Fox Drive-In fue mi regalo favorito de cumpleaños, y uno que espero que se convierta en una nueva tradición anual para festejar un año más de vida. Espero que la experiencia del drive-in theater no se pierda, y que futuras generaciones tengan la oportunidad de vivir esta forma de disfrutar del cine. Ahora si que uno de mis sueños de la infancia finalmente se hizo realidad, solamente tuvieron que pasar casi treinta años.
El Blue Fox Drive-In Theater se encuentra en 1403 Monroe Landing Road. Oak Harbor, WA. 98277.