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Canoa y la revolución del cine mexicano

Era el año 1976. Habían pasado ya ocho años de uno de los episodios más trágicos y vergonzosos en la historia de nuestro país México: la masacre de Tlatelolco, pero el luto y la memoria continuaban presentes en la sociedad mexicana. Fue entonces cuando llegó a las salas cinematográficas del país el trabajo del director Felipe Cazals titulado Canoa: Denuncia de un Hecho Vergonzoso, el cuál se basaba en hechos reales del año 1968 aunque no directamente relacionados con lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas. Lo que si es un hecho es que Canoa llegó a revolucionar la industria del cine mexicano. Fue un parteaguas importante, no solo para la carrera de Cazals, sino que también dio pie a un nuevo cine de denuncia que tomó fuerza al término de la llamada Epoca de Oro del cine mexicano, y que vio el nacimiento de realizadores mexicanos como Arturo Ripstein, Jorge Fons y Jaime Humberto Hermosillo, entre otros.

Canoa era el séptimo largometraje de Felipe Cazals como director, y fue el primer trabajo de Tomás Pérez Turrent como guionista. La cinta nos lleva hasta mediados de septiembre de 1968 para presentarnos la historia verídica de un linchamiento colectivo que tuvo lugar en el pequeño pueblo de San Miguel Canoa en el estado de Puebla. Con amplia experiencia en el terreno del documental, Cazals combina la dramatización de los hechos con montaje que asemeja al trabajo documental en el que vemos a uno de los habitantes del pueblo (interpretado por Salvador Sánchez) narrar su versión de lo ocurrido. Aunque la cinta tiene carácter de denuncia, lo cierto es que Canoa sigue más la línea del cine de tipo periodístico e informativo. De hecho, la cinta arranca con la redacción de la noticia que será publicada en los periódicos de la región, y con ello, conocemos de antemano lo que está por suceder en pantalla.

La película nos presenta la historia de cinco empleados de la Universidad Autónoma de Puebla, quienes aprovechan el asueto por el Día de la Independencia para aventurarse en una expedición al cerro de La Malinche, un volcán extinto que se encuentra a unas cuantas horas de distancia de la capital del estado. La mejor ruta para llegar al cerro es a través de San Miguel Canoa, un pequeño poblado que se encuentra a las faldas de montaña. Ahí, la lluvia torrencial arruina los planes de los cinco jóvenes, quienes empapados y con frío van a pedir asilo al sacerdote del pueblo, interpretado por Enrique Lucero. El cura les niega la posada y de inmediato, éste comienza a esparcir el rumor entre los habitantes del pueblo que los visitantes son estudiantes que pertenecen a un grupo comunista, y que vienen dispuestos a propagar sus ideologías anti-cristianas con la población. Los habitantes comienzan a organizarse por medio de un megáfono que sirve como estación de radio local, y pronto, un grupo de hombres, mujeres y niños se reúne al frente de la iglesia armado de palos, piedras, hachas, antorchas y machetes.

Cazals nos muestra a través de Canoa los efectos de la manipulación en masa. En aquella época, los medios de comunicación como el periódico y la radio servían para distorsionar la verdad y sembrar el pánico entre la población, llevando a la gente con bajos niveles educativos a actuar de forma irresponsable y violenta. En Canoa, es la colusión entre la iglesia y el gobierno quienes, como figuras de autoridad en pequeños pueblos, se encargaban de controlar al pueblo con tal de proteger sus beneficios mutuos. Aquí, la figura del sacerdote es presentado como el villano de la historia, y sus incursiones son breves pero maquiavélicas. Las autoridades, quienes son presentadas como meros borrachos, simplemente siguen las órdenes de la iglesia para su propia conveniencia. Lo más increíble (y triste) de la historia de Canoa es que casi 40 años después, las cosas en México no han cambiado demasiado. Seguimos escuchando de casos de corrupción y abuso de poder en instituciones gubernamentales y en el clérigo. Los índices de educación en el país continúan por los suelos, y la llegada de nuevas formas de comunicación a través de redes sociales y la televisión continúan alimentando el miedo colectivo y la paranoia a lo extraño, a lo distinto.

La historia en sí fue revolucionadora para su época. Canoa fue la primer cinta que, aunque explícitamente no cubría la masacre de Tlatelolco en la que perdieron la vida cientos de estudiantes a manos del ejército mexicano, si hablaba sobre la tensión que se vivía a lo largo del país por el levantamiento y las manifestaciones de los estudiantes, y cuyos ideales comunistas fueron distorsionados por aquellos en el poder como arma para defender sus intereses y su posición privilegiada. Canoa fue un parteaguas para el cine mexicano que permitió a otros realizadores, y al mismo Cazals, continuar explorando los conflictos sociales del país en otras cintas de la década de los años setenta. Esta libertad fue coartada con la llegada de un nuevo sexenio, y para los años ochenta, la censura del gobierno puso un fin al cine de denuncia trayéndonos en su lugar una de las épocas del cine nacional más vergonzosas: el cine de ficheras y comedias eróticas. Cazals y compañía volverían a resurgir en los años noventa cuando la libertad de expresión volvió a tomar su lugar dentro de la sociedad mexicana, y con ella, el surgimiento de nuevos talentos detrás de las cámaras como Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu.

Finalmente, hay que hablar de Canoa no sólo por su contribución al cine mexicano por su intrépida narrativa, sino también por sus cualidades técnicas. La mezcla de géneros: drama, documental, thriller, horror y periodístico jamás había existido dentro de la cinematografía nacional. Asimismo, Canoa se apartaba de todo convencionalismo para narrar una historia que no seguía una cronología lineal. La película era violenta, y retrataba una imagen de México más realista pero completamente diferente a lo que el Cine de Oro buscaba plasmar en sus filmes. Es una cinta de contrastes, donde podemos observar el precipicio que existe entre la clase de poder y la clase trabajadora. Es la amalgama social, producto de la conquista española y la cuál es retratada en esa secuencia final de la película donde ambos mundos co-existen dentro de un realismo mágico que ha sido adoptado como norma: el baile tradicional indígena en el atrio del templo, seguido de una peregrinación por las calles de San Miguel Canoa.

Canoa es uno de los trabajos cinematográficos más importantes del cine mexicano, y uno que es imprescindible para entender no sólo la evolución de la industria fílmica y sus influencias en el cine de hoy en día, sino también para conocer más a fondo la historia de nuestro país y los hechos que han ido forjando a la sociedad actual.

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