Reseña – The Worst Person in the World (La Peor Persona del Mundo)

A sus 30 años, Julie (Renate Reinsve) aún no ha descubierto qué es lo que desea hacer exactamente con su vida. Una inseguridad que lleva arrastrando desde sus primeros años universitarios, cuando decidió cambiar la carrera de medicina por una de psicología, para después abandonar sus estudios por completo y dedicarse a perseguir sus sueños en el campo de la fotografía. La presión se ha vuelto más abrumadora cada día al no cumplir con las expectativas trazadas por la sociedad. A su edad, tanto su madre como su abuela ya habían formado familias, mientras que sus antepasados jamás llegaron a vivir más de tres décadas.

Eran tiempos distintos, podría uno decir. Hoy en día, la esperanza de vida en los países nórdicos supera los 80 años y la participación de las mujeres en el mercado laboral ha continuado en ascenso. No obstante, nadie posee una bola mágica capaz de predecir el futuro. Las nuevas generaciones se sienten invencibles y con el tiempo a su favor para seguir aplazando decisiones importantes en sus vidas. Se olvidan que todos tenemos el tiempo prestado y que el camino por este mundo es tan efímero e incierto que, en ocasiones, no existen garantías para tener una segunda oportunidad.

Contada a través de doce capítulos, más un prólogo y un devastador epílogo, The Worst Person in the World (La Peor Persona del Mundo) es el sexto largometraje del realizador danés Joachim Trier, y el tercero dentro de su llamada trilogía Oslo, compuesta por los filmes Reprise y Oslo, August 31st. Una agridulce comedia romántica que captura a la perfección esa etapa de indecisión y de invulnerabilidad característica de todo treintañero. Un periodo de crecimiento, pero también de desilusión, en el que los sueños de juventud se van desvaneciendo ante las duras responsabilidades del mundo real. Una fase en la que todos esperan que uno actúe con la madurez de un adulto, aunque en el fondo aún seamos unos adolescentes en busca de respuestas.

La aparente estabilidad en la vida de Julie es puesta a prueba luego de conocer a Eivind (Herbert Nordrum), un chico solitario a quien conoce en una boda a la que se infiltró sin invitación. De inmediato, la protagonista siente cómo el mundo a su alrededor se pone en pausa, a excepción de los sentimientos que recorren su interior. Una libertad que no había experimentado en mucho tiempo. Determinada, Julie decide poner un fin a su noviazgo con Aksel (Anders Danielsen Lie), un caricaturista con quien había establecido una relación formal de varios años, para explorar esas emociones indescriptibles que la hacen sentir más viva que nunca.

Como alguien en sus treintas, The Worst Person in the World me llegó directo al corazón gracias a su brutal honestidad, su mágica fotografía y su cautivadora banda sonora. Me sentí identificado con sus personajes, sus situaciones y sus diálogos. Observé el reflejo de mis propias decisiones impulsivas en Julie, el miedo al compromiso en Eivind, y la nostalgia por un mundo distante donde la música y el cine eran apreciados en formato físico, un lamento expresado por Aksel. La película también me llevó a reflexionar sobre cómo una simple decisión es capaz de cambiar el rumbo de la vida, cómo algunas de estas resoluciones son irreversibles, y cómo la madurez e iluminación nos llega a todos en momentos distintos. También me hizo pensar en aquellos amigos que han partido de este mundo, dejando una lista de planes sin cumplir al pensar que aún tenían un largo camino por recorrer.

Renate Reinsve, ganadora del premio a Mejor Actriz en la edición del Festival de Cannes 2021, brinda una maravillosa y emotiva interpretación que nos permite conectar íntimamente con la historia. En The Worst Person in the World, Trier confecciona su obra más inteligente y provocadora a la fecha. Un relato sincero, divertido, reflexivo y sumamente identificable que nos invita a perder el temor y a ver los resultados de nuestras elecciones – tanto buenas como malas – en oportunidades de aprendizaje y de crecimiento. A veces pasamos toda una vida a la espera de una señal o de un momento adecuado para tomar una decisión importante, por miedo a precipitarnos o a cometer un error, olvidando que el tiempo no se detiene y que es imposible ganarle a los planes del destino.