Bien dicen que el cine es un reflejo de la sociedad, y que gracias a éste es posible comprender el panorama socioeconómico y político de una nación. Es por ello que a lo largo de la historia del cine, en repetidas ocasiones, los realizadores han utilizado esta gran plataforma como herramienta para generar cambios. El 2018 es un año importante para México en cuestión política. Estamos a escasos meses de que se lleve a cabo la elección del próximo presidente de la República, por lo que recientemente hemos visto a un gran número de postulantes y partidos políticos lanzarse al circo mediático que controla la atención del país cada sexenio. ¿Por qué hablamos de esto? Porque La Boda de Valentina, producción mexicana dirigida por Marco Polo Constandse (Cásese Quien Pueda), decide tocar dicha temática como parte clave del desarrollo de la comedia romántica protagonizada por Marimar Vega, Omar Chaparro y el norteamericano Ryan Carnes.
Resulta que Valentina, la protagonista del filme interpretada por Vega, es parte de la dinastía de los Hidalgo. Una de esas controversiales familias mexicanas que han hecho de la política todo un negocio, y cuyos escándalos son el platillo principal de noticieros y programas de farándula. El jefe de la familia, Demetrio, se ha postulado como candidato para la jefatura de la Ciudad de México a través de un partido político que opera bajo el lema de austeridad. Aunque en realidad, la vida de la familia está lejos de ser austera. Oralia, la esposa de Demetrio, viste de pieles finas, su hijo Bernardo conduce un lujoso automóvil deportivo, y hasta la tía que está refundida en prisión vive en total comodidad.
Al darse cuenta del tipo de familia que tiene, Valentina decide escapar a los Estados Unidos para hacer su propia vida en la ciudad de Nueva York. Ahí conoce a Jason Tate (Carnes), el heredero de una poderosa compañía multi-nacional, quien eventualmente se convertirá en su prometido. Obviamente, como el título de la cinta lo sugiere, el conflicto surge a partir del compromiso de matrimonio entre la protagonista y su novio norteamericano. Al momento de tramitar sus papeles en el extranjero, Valentina descubre que su padre ha decidido casarla, en secreto, con su ex-novio, el parrandero con alma de socialista Angel (Chaparro), con tal de evadir su declaración de bienes al pueblo mexicano.
Desconcertada ante semejante noticia, Valentina regresa a la Ciudad de México para anular su matrimonio. Aunque poco le dura su enojo, ya que de inmediato ésta comprende que la familia es más importante que, digamos, la justicia y la honestidad. Habrá quienes digan que La Boda de Valentina merece ser juzgada solamente como una comedia ligera, sin mayor pretensión que la de entretener. Su error, sin embargo, es que en el afán por sentirse relevante y ser un reflejo del clima político y social del país, la cinta asume inmediatamente una responsabilidad distinta. El cine es entretenimiento, pero es también una herramienta para la crítica y el cambio.
La Boda de Valentina tiene partes que funcionan dentro de la historia que nos habla del choque cultural entre la mexicana y el norteamericano a punto de contraer nupcias. Las situaciones caen en el cliché, son poco originales y parecen material de melodrama de Televisa, pero no podemos negar que el triángulo amoroso entre Marimar Vega, Ryan Carnes y Omar Chaparro logra divertir. Desafortunadamente, su intento por sentirse actual a lo que sucede en el país es desastroso y carente de tacto. El cine mexicano sigue instalado en hacernos creer que las desventuras de la clase alta son motivo de comedia, un trend que se puso de moda desde el éxito taquillero de Nosotros los Nobles allá en el 2013. Pero en esta ocasión, es imposible siquiera simpatizar por personajes que se prestan a la corrupción ante la mirada atónita del espectador, bajo la excusa de que la familia es primero.
Estando en pleno año electoral, en un país que sufre diariamente los estragos de la violencia y la pobreza, simplemente no me cabe en la cabeza cómo una producción como La Boda de Valentina pueda ser tan ciega y busque generar compasión y empatía con unos personajes que representan todo lo que está podrido en nuestro sistema político. Entiendo que el público mexicano quiera distraerse de sus problemas diarios y busque en el cine una forma de escape. Sin embargo, es la responsabilidad del cine nacional, por más escapista que desee ser, que éste sea un reflejo de la realidad. La función del cine no solo consiste en entretener, también consiste en educar, en abrir horizontes a nuevas ideas. Es por ello que resulta increíble que, en pleno siglo 21 y a meses de que se decida el futuro político del país, nos quieran vender una historia disfrazada de comedia romántica para que perdonemos, y de paso nos divirtamos, con las aventuras de una familia de políticos corruptos que buscan llegar al poder a toda costa.
Calificación: *
Título original: La Boda de Valentina
Año: 2018
País: México
Dirige: Marco Polo Constandse
Con: Marimar Vega, Ryan Carnes, Omar Chaparro, Jesús Zavala y Sabine Moussier