Crecer es un proceso difícil, y más aún cuando se pierde a un ser querido. Tal es el caso de Oliverio (Alejandro Arean), quien a sus 13 años de edad atraviesa por uno de los momentos más dolorosos de su vida: el repentino fallecimiento de su padre. Dicho episodio trágico ocurrió luego de que su madre, interpretada por Mónica Huarte, anunciara la disolución definitiva de su matrimonio. De inmediato, un cúmulo de sentimientos encontrados invaden al adolescente, haciéndole perder toda esperanza ante la inevitable fragilidad humana. Inmerso en su aflicción, éste encuentra refugio a sus pesares en la soledad de una tumbona que se encuentra junto a la piscina, lugar donde pasará días y noches en vela, contemplando su existencia y tratando de hallar nuevamente el sentido a la vida.
Como terapeuta, Lily decide poner en práctica sus conocimientos para ayudar a su hijo a salir de este evidente cuadro de melancolía, el cual, en ocasiones, confunde con uno de rebeldía juvenil. No obstante, todos sus esfuerzos resultarán en vano. Incluso las recomendaciones de su novio y compañero de trabajo, el doctor Mata (César Troncoso), no rinden frutos y, al contrario, terminan empujando al chico a sumirse aún más en su propia burbuja. Es gracias al apoyo y a la comprensión de su tío, interpretado por Jacobo Lieberman, de Rosita (Jorge Zárate), la empleada doméstica que forma parte importante de la familia, y de Mariana, su compañera de escuela que le ayuda diariamente con sus tareas, que éste va encontrando el consuelo a sus penas y la terapia justa para procesar el duelo a su propia manera, sin necesidad de medicamentos ni de ejercicios psicológicos.
Inspirado por sus experiencias tras vivir una pérdida muy cercana, el director Arcadi Palerm-Artís hace mancuerna con el guionista Gibrán Portela (La Jaula de Oro, Güeros) para crear Oliverio y la Piscina, una historia coming of age que nos presenta la forma única en que cada persona no solo reacciona ante el fallecimiento de un ser querido, sino también de cómo cada individuo procesa los sentimientos de vacío, enojo, y tristeza a su modo. Sin caer en excesos, Palerm-Artís explora dichas emociones complejas con absoluta empatía, permitiéndonos conectar íntima y profundamente con los conflictos por los que atraviesan sus personajes.
La fotografía de Alexis Rodil, en conjunto con la música de Jacobo Lieberman, quien además tiene una doble participación en la película, ayudan a transmitir con efectividad los distintos estados de ánimo del protagonista. El debutante Alejandro Arean brinda una sincera y conmovedora interpretación, al igual que la actriz Mónica Huarte, quien consigue explorar los matices tan complejos de su personaje a la perfección. La novel dirección de Palerm-Artís es loable, capturando momentos de introspección y auto-descubrimiento con ingenio y sensibilidad.
Oliverio y la Piscina es uno de los debuts más refrescantes del cine mexicano en los últimos años. Un entrañable y profundo relato que nos muestra que el dolor y la pérdida son algo intrínseco en nuestro crecimiento humano, y aunque dichas experiencias sean difíciles de sobrellevar, finalmente son éstas las que determinan y marcan nuestras vidas, y nos permiten ir forjando nuestro propio camino hacia la maduración. Una ópera prima que nos enseña también a respetar el proceso de duelo de cada persona, y a entender y aceptar que cada quien encuentra el consuelo de forma distinta y en su propio tiempo.
Oliverio y la Piscina formó parte de la programación del Festival Internacional de Cine de Guanajuato y de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Monterrey.

Título original: Oliverio y la Piscina (Oliver and the Pool)
Año: 2022
País: México
Dirige: Arcadi Palerm-Artís
Con: Alejandro Arean, Mónica Huarte, Jacobo Lieberman, César Troncoso y Jorge Zárate