«En algún lugar sobre el arco iris, los cielos son azules, y los sueños que te atreves a soñar se vuelven realidad» entonaba Judy Garland en la clásica melodía Over the Rainbow de la cinta The Wizard of Oz. Una estrofa que presagiaba lo que estaba por venir en la vida de la joven actriz. Y es que tras interpretar a Dorothy Gale, Garland – de tan solo 17 años de edad – pasó de llevar una vida ordinaria a una totalmente extraordinaria. Su gran talento para el canto, el baile y la actuación la consagrarían como una de las figuras más importantes de la industria del entretenimiento, no solamente en Hollywood sino también alrededor del mundo. Una leyenda e ícono de la cultura popular, cuyo meteórico ascenso a la fama terminaría empujándola a un mundo lleno de vicios y excesos del cual sería difícil escapar.
Judy, del director Rupert Goold, sigue la fórmula del biopic al pie de la letra, enfocándose principalmente en el ocaso de la carrera profesional de la popular cantante y actriz de cine. Sin un solo centavo en los bolsillos, y sin un techo que ofrecerle a sus dos hijos más pequeños, Garland, interpretada magistralmente por Renée Zellweger, se ve obligada a aceptar la primera oportunidad de trabajo que se le presenta enfrente: una residencia temporal en Londres como parte de una gira de conciertos.
El regreso a los escenarios llenará a la protagonista de alegría y felicidad, pero también de mucha nostalgia y dolor. El distanciamiento de su familia y la presión por montar un espectáculo musical de calidad harán que ésta busque refugio nuevamente en el alcohol y los medicamentos controlados, intensificando tanto sus problemas de insomnio, los cuales ha venido arrastrando desde su adolescencia, como también sus bruscos cambios de humor y comportamiento. La única persona que le brinda cierta estabilidad emocional durante este periodo de su vida es Mickey Deans (Finn Wittrock), quien terminaría convirtiéndose en su quinto y último cónyuge antes de su repentina muerte en 1969.
Tras un breve receso de los reflectores, la actriz Renée Zellweger hace su esperado retorno a la pantalla grande con una actuación que seguramente le dará otra nominación al premio Oscar, y muy posiblemente una segunda estatuilla dorada. Aunque suene a cliché, Zellweger habita por completo en la piel de Judy Garland. Una sorprendente transformación física que captura a la perfección tanto la voz como los manierismos que caracterizaban a la gran leyenda de Hollywood. A la hora de interpretar las melodías, la transfiguración es tan impresionante que pareciera como si la misma Judy fuera quien nos consintiera con sus grandes éxitos. Renée ya había demostrado su talento para el canto en la multi-premiada adaptación cinematográfica del musical Chicago, y aquí tiene nuevamente la oportunidad de explorar este terreno distinto a la actuación.
Fuera de la magnética interpretación de Zellweger, Judy no ofrece algo nuevo en cuestión técnica o narrativa. Una serie de flashbacks nos transportan con frecuencia al rodaje de The Wizard of Oz para hacer hincapié en los eventos que habrían de causar graves e irreversibles daños emocionales en el futuro. Desde su temprana adicción a las píldoras para dormir y las estrictas dietas que alterarían su régimen alimenticio, hasta el abuso físico y psicológico por parte de uno de los fundadores del estudio cinematográfico MGM. No hay consistencia en los saltos de tiempo, y no todos se sienten justificados. Sin embargo, éstos proveen un poco más de contexto para quienes no conozcamos a fondo algunos detalles de la vida de Garland.
Aunque la cinta tiene varios momentos donde la emoción brota a flor de piel y resulta imposible controlar las lágrimas, hay uno en particular que me pareció el más conmovedor y efectivo. Es una breve escena que sirve como un tributo para la comunidad LGBT, quien siempre estuvo junto a Judy Garland hasta el día de su muerte. Incluso existe un mito que el fallecimiento de la estrella fue uno de los motivos que provocaron las manifestaciones en el bar Stonewall de la ciudad de Nueva York hace cincuenta años. En esta misma secuencia vemos también a la protagonista darse cuenta del poder de su legado, y de su responsabilidad para inspirar y hacer felices a los demás.
Pese a su estructura tan convencional y a su falta de originalidad, Judy es todo un deleite gracias a la sensacional actuación de Renée Zellweger, la cual vale totalmente el precio de admisión. Una de esas interpretaciones que llenan la pantalla y que roban nuestra atención en todo momento. Un melancólico relato sobre los últimos años de vida de una estrella que se rehúsa a apagar su luz. Una artista que encuentra en el escenario la medicina y la fuerza necesaria para continuar adelante, luchando como una guerrera, esperando encontrar la felicidad del otro lado del arco iris.
Calificación: ***
Título original: Judy
Año: 2019
País: Inglaterra
Dirige: Rupert Goold
Con: Renée Zellweger, Jessie Buckley y Finn Wittrock