Las calles sucias y grises de Gotham, reminiscentes del Manhattan de los años setenta, se convierten en el escenario perfecto de Joker (Guasón), la esperada cinta que narra el origen de uno de los super-villanos más temibles de DC Comics. El archi-enemigo de Batman, quien hizo su debut en las historietas del hombre murciélago en 1940, ha fascinado e inquietado al público desde entonces tanto por su complejidad, como por sus ideas anarquistas que incitan al caos y a la violencia. Un antagonista impredecible y fuera de lo ordinario que ha sido creado y moldeado por la misma sociedad, y que de cierta forma representa un lado oscuro y perverso de la condición humana. Uno que a veces preferimos evitar o ignorar, ya sea por temor o incomodidad.
En Joker, el director Todd Phillips (The Hangover, Old School) realiza un íntimo y perturbador estudio de personaje que se aparta de los convencionalismos del cine de superhéroes. Un intenso drama psicológico que raya en el horror, sobretodo cuando encontramos paralelismos entre el universo ficticio del cómic y nuestra realidad. Una cinta que abandona las frenéticas secuencias de acción cargadas de efectos especiales, para en su lugar brindarnos una oportuna crítica sobre temáticas, quizá delicadas, pero de gran relevancia en la Unión Americana: el control de armas de fuego, la desestigmatización de las enfermedades mentales, y la lucha por la igualdad social.
Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) trabaja como payaso en una pequeña compañía de entretenimiento. Desde pequeño, su madre le enseñó a siempre sonreír y hacer reír a los demás. Es por ello que el más grande sueño de Arthur es el de convertirse en un comediante de stand-up, a pesar de sufrir un trastorno neurológico que le impide controlar su risa – una condición que se conoce como risa patológica o inmotivada. Sin embargo, la crueldad del mundo exterior ha ido borrando poco a poco la felicidad de su rostro. «¿Soy yo, ó el mundo afuera está cada vez más loco?» pregunta el protagonista a una trabajadora social que evalúa regularmente su estado mental. Las noticias en la radio y la televisión pintan un panorama cada vez más desolador, la indiferencia se ha convertido en un cáncer para la sociedad, y el 1% de la población continúa enriqueciéndose a costa de los demás, encargándose también de mover la balanza política, económica y judicial a su favor.
La vida de Fleck comienza a descender rápidamente por un espiral de locura tras perder su empleo y la ayuda social por parte del gobierno, descubrir su verdadero origen, y convertirse en el hazmerreír de un programa nocturno de variedades conducido por Murray Franklin (Robert DeNiro). No obstante, un brutal evento a bordo del tren subterráneo de Gotham hará que su vida cambie por completo y que éste encuentre un sentido a su existencia. «Todo el tiempo creí que mi vida era una tragedia. Ahora veo que es una comedia» menciona el protagonista quien pasa de ser alguien invisible ante la mirada de la sociedad, hasta transformarse en la figura principal de un movimiento de rebelión.
Antes de desmenuzar la película a fondo, hay que hablar de tres cosas: primeramente, la escalofriante y gloriosa actuación de Joaquin Phoenix. Una interpretación sumamente física y visceral que causa una reacción inmediata de miedo y desacomodo. Al igual que Heath Ledger lo hizo en The Dark Knight en el 2008, el Joker de Phoenix es un personaje impredecible, y eso logra tenernos al borde del asiento con una sensación de constante inquietud. Su actuación tan siniestra se mete debajo de la piel, tanto así que al final de la función salí con las manos temblorosas. Desde las escenas de baile tan íntimas como demenciales, hasta su explosivo diálogo mientras aparece en el show de televisión de Murray, Phoenix es sensacional.
En cuestión técnica, hay que reconocer tanto la música incidental, a cargo de Hildur Guðnadottir, y la fotografía de Lawrence Sher. Las melodías de la compositora son magníficas y capturan a la perfección la tristeza y la desolación del personaje principal, mientras que el trabajo de Sher ayuda a provocar inquietud y tensión en el espectador a través de sus ángulos y las tonalidades de las imágenes, las cuales evocan el estilo de las cintas de Martin Scorsese en los años setenta.
Mucho se ha hablado de Joker desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de Venecia, donde se coronó con el máximo premio de la competencia, el codiciado León de Oro. Su mensaje ha polarizado opiniones y ha resultado demasiado controversial. Por un lado, hay quienes argumentan que la cinta glorifica al villano. Otros más la han tachado de irresponsable, sobretodo ante la crítica situación que se vive en los Estados Unidos con respecto al fácil acceso a las armas de fuego y al sentimiento nacionalista que ha invadido ciertos rincones del país.
En mi caso, el filme me pareció brillante e incisivo en su manera de incomodar para lograr transmitir un mensaje que es importante y urgente. A pesar de que la película se sitúa en 1981, lo cierto es que la historia es un reflejo de la sociedad actual y como tal, creo que es necesario ver el extremo al que podríamos llegar si continuamos ignorando los problemas que hemos puesto debajo del tapete. Me refiero a un sistema fallido que deja en el abandono y que no brinda apoyo a individuos con trastornos o enfermedades mentales, y a una sociedad que continúa estigmatizando y burlándose de personas que sufren de discapacidades. Esto, aunado con la falta de control de armas, se convierte en una combinación peligrosa, la cual desgraciadamente hemos visto repetirse en varias tragedias que han sacudido a la Unión Americana en los últimos años. Me parece entonces interesante cómo la película cuestiona la «villanización» de las enfermedades mentales. Si bien, la película nunca pide simpatía por el personaje principal, ésta demanda empatía para entender que sin apoyo, sin medicamentos y sin instituciones o programas, todos somos de cierta manera responsables de esta problemática.
Sin embargo, el discurso más aterrador de la película es el de la desigualdad social. Al observar al Joker alzándose sobre un taxi mientras una multitud se congrega a su alrededor gritando y celebrando sus terribles actos de violencia, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. La simple idea de que cualquier «payaso» aproveche las frustraciones de una sociedad dividida para convertirse en líder y esparcir una retórica fundada en el odio, caos y violencia es estremecedora. Algo que tampoco está muy alejado de la realidad, y que quizá es por ello que tuve una reacción más visceral a esta lectura en particular.
El único problema que tuve con Joker fue la dinámica racial retratada en la cinta, la cual intenta pasar casi desapercibida, pero que me dejó un mal sabor de boca. Desde el grupo de adolescentes (posiblemente latinos) que golpean al protagonista al inicio de la cinta, quienes posteriormente son llamados animales que están destruyendo el mundo, hasta la interacción con la mujer y su hijo a bordo del autobús y la escena donde Arthur apunta su pistola al televisor mientras una persona de raza negra aparece en pantalla, todos estos breves momentos podrían apuntar a un sub-texto racial muy problemático.
Si Joker es el comienzo de una nueva franquicia de Batman, Warner y DC Comics van por buen camino. Uno por el cual poseen la oportunidad de diferenciarse y ofrecer algo más arriesgado y oscuro que sus competidores. Joker funciona tanto como entrada dentro del universo cinematográfico de DC, como también por méritos propios. Si quitásemos los elementos que relacionan a la historia con la del hombre murciélago, el estudio de personaje tan atinado que Phoenix y el director Phillips realizan, así como su mensaje de índole social, lograrían que la cinta tuviera el mismo impacto.
Joker es una experiencia cruda, maniática y perturbadora. Una historia que nos muestra tanto el desequilibrio mental del protagonista, como el desequilibrio de la sociedad que le rodea. Una fábula que en medio de su fantasía muestra una posible y terrorífica realidad que está en nuestras manos evitar a toda costa.
Calificación: *** 1/2
Título original: Joker (Guasón)
Año: 2019
País: Estados Unidos, Canadá
Dirige: Todd Phillips
Con: Joaquin Phoenix, Robert DeNiro, Zazie Beets y Frances Conroy