El director Samuel Maoz nos presenta una crítica al sistema militar y a la sociedad israelí en Foxtrot, su segundo largometraje y follow-up de Lebanon, su cinta debut en el 2009. Siguiendo la estructura de un tríptico, Maoz recurre a un tono de comedia irónica durante el desarrollo de cada una de las viñetas, apoyándose de un interesante estilo visual y de un efectivo manejo de cámara.
El primer acto nos introduce a los Feldmann, una familia de buena posición económica que recibe la terrible noticia que su hijo Jonathan, un militar, ha perdido la vida en el campo de batalla. Los detalles sobre lo ocurrido son escasos, y los soldados encargados de consolar al padre y madre del recién fallecido parecieran tener cero tacto y humanidad. Actúan como robots, recitando frases que han memorizado sin mostrar signos de compasión. Como si fuera cuestión de magia, esperan que el profundo dolor y la crisis nerviosa que experimenta Michael, el padre de familia, se cure con el simple hecho de tomar agua. Luego de que Michael comienza a interrogar a varios de los militares, éste se da cuenta que algo anda mal, por lo que se dará a la tarea de investigar las causas que provocaron la muerte de su hijo.
El segundo acto nos transporta hasta un cuartel militar situado en la frontera norte de Israel, en el cual Jonathan y sus compañeros se encargan de vigilar el ingreso de vehículos. La monotonía y el aburrimiento son una constante en el día a día de este grupo de jóvenes, cuyo cuartel está prácticamente hundiéndose y ninguno hace algo para resolver la situación. Finalmente, la tercera parte del tríptico une ambas historias, aunque no necesariamente de la forma predecible que uno esperaría.
Foxtrot intenta explorar y criticar varios temas que podrían resultar sensibles y controversiales, por lo que el director decide tratarlos con un toque de humor y con demasiada ironía. Desgraciadamente, gran parte del humorismo termina perdiéndose en la traducción, por lo que no todas las puntadas logran aterrizar. Maoz, quien también estuvo a cargo del guión del filme, muestra el marcado contraste de la brecha generacional existente en la sociedad israelí. Lo único que parecieran tener en común es la afiliación al sistema militar. Fuera de ello, vemos a los padres de Jonathan responder ante los problemas de una forma totalmente distinta a la de su hijo y sus compañeros de trabajo. Mientras los mayores se sienten empoderados y privilegiados, los jóvenes viven en total apatía, desconectados de la realidad y del mundo que les rodea.
Asimismo, Foxtrot aprovecha para la ocasión para burlarse, muy a su manera, de lo absurdo de cualquier conflicto bélico, de los padres que de pronto se sienten culpables por la muerte de su hijo después de haber sido ellos quienes apoyaron su participación en primera instancia, y de las nuevas generaciones que deben continuar lidiando con los errores cometidos por sus antecesores.
Pese a contar con una estructura narrativa que se presta para ser dinámica e intentar algo diferente, Foxtrot termina moviéndose a paso lento, sin salirse de la línea. Aunque visualmente atractiva, el tono de la película no termina por convencer, y lo interesante de sus temáticas se diluye fácilmente ante el letargo con el que éstas son presentadas y desarrolladas en pantalla. Foxtrot es una experiencia irregular que seguramente pondrá a prueba el nivel de paciencia del espectador.
Calificación: **
Título original: Foxtrot
Año: 2017
País: Israel, Suiza, Alemania, Francia
Dirige: Samuel Maoz
Con: Lior Ashkenazi, Sarah Adler, Yonaton Shiray y Shira Haas