Con un simple au revoir, Nelly se despide de un grupo de mujeres que habitan en una casa de retiro. Esas mismas palabras de partida fueron con las que la pequeña de ocho años de edad dijo adiós a su abuela hace apenas unos días, sin imaginar que esa sería su conversación final. De haber sabido que no habría otra oportunidad para platicar, quizá hubiera elegido una frase menos ordinaria. O tal vez le hubiese dado el abrazo más fuerte del mundo para sentir su corazón latir fuertemente contra su pecho una última vez. Su ausencia pesa en cada rincón de la estéril habitación en la que pasaba sus días postrada en cama. Y mientras su madre contempla el paisaje por la ventana con cierta melancolía, Nelly decide guardar el bastón de su abuela como un souvenir que le haga recordar su presencia para siempre.
La pérdida de un ser querido resulta dolorosa no solo para los adultos, sino también para los infantes que mantuvieron una relación cercana con la persona que ha partido de este mundo. No obstante, en lugar de hablar abiertamente con los más pequeños sobre este tema tan sensible, a veces preferimos inventar historias o guardar secretos con tal de protegerlos o blindarlos de algo que es ineludible. Creemos que no poseen la suficiente madurez intelectual o emocional para comprender lo que ocurre, o bien, no queremos que su felicidad e inocencia se vean opacadas por las penas y los miedos que consumen a los mayores del hogar.
Nelly entiende que su madre está pasando por un mal momento a raíz del fallecimiento de la abuela, y que ambas comparten la misma tristeza. Tras visitar la casa de su infancia y desempolvar algunas memorias que yacían olvidadas, el dolor se convierte en algo tan intolerable para Marion que ésta sale huyendo sin dar una explicación, dejando a su marido al cuidado de la pequeña. Curiosa por hallar sentido a la extraña conducta de su madre y a los sentimientos tan raros que nunca antes había experimentado, la niña encuentra respuestas a sus interrogantes en un mundo de fantasía, donde el poder de la imaginación se convierte en un antídoto para contrarrestar la soledad y la melancolía que le rodea.
Con su característica sensibilidad narrativa y visual, la realizadora francesa Céline Sciamma nos ofrece en Petite Maman un tierno relato que explora los lazos que unen a madres e hijas, los inescapables ciclos de la vida, y las distintas formas de procesar la pérdida de alguien cercano. Un filme que en sus breves 72 minutos de duración consigue evocar una enorme gama de emociones, llevándonos a reflexionar sobre lo impredecible y efímero que es la vida, y lo que uno deja atrás al partir de este mundo terrenal. Objetos de gran valor sentimental que han ido acumulándose con el paso de los años y que resultan foráneos para quienes tienen la labor de poner los asuntos en orden. Legados que permanecen para siempre en la memoria de aquellos que aún continúan recorriendo los inciertos caminos de la vida.
A pesar del minimalismo de su producción, resultado de las restricciones impuestas durante la pandemia, Sciamma logra transmitir en poco más de una hora lo que muchas películas no pueden hacer en el doble de tiempo. Una historia concisa que a la vez sabe cómo aprovechar cada instante de silencio y cada espacio vacío para darle un respiro y un toque casi etéreo, asistido por ese fino balance entre realidad y fantasía entretejidos de forma orgánica. La banda sonora con ritmos electrónicos de Para One y la fotografía de Claire Mathon, ambos colaboradores de cabecera de la directora, aportan al tono melancólico y mágico del filme. Las actuaciones del reparto, especialmente las pequeñas Joséphine y Gabrielle Sanz, añaden naturalidad a un relato que, pese a sus elementos fantásticos, está fuertemente anclado a un realismo entrañable.
Aunque no alcanza los mismos niveles de Portrait of a Lady on Fire, el trabajo previo de la realizadora, Petite Maman brilla por su sencillez y por su forma inusual de abordar y explorar temáticas tan profundas desde la tierna mirada de una menor de ocho años, quien no solo busca comprender lo que ocurre a su alrededor, sino también descubrir las verdades de un mundo que existe más allá de los límites de su niñez. Un conmovedor filme sobre despedidas y ausencias, de miedos y nostalgia, y de pasados y presentes que co-existen para mostrarnos la continuidad de las emociones y los lazos que perduran de generación en generación.
Petite Maman forma parte de la programación del Festival Internacional de Cine de Toronto en su edición número 46, la cual se lleva a cabo del 9 al 18 de septiembre del 2021.
Calificación: ****
Título original: Petite Maman
Año: 2021
País: Francia
Dirige: Céline Sciamma
Con: Joséphine Sanz, Gabrielle Sanz, Nina Meurisse, Stéphane Varupenne y Margot Abascal