Cada noche, un grupo de jovencitas recorre las calles teñidas en color neón del sureste brasileño con el rostro cubierto por una máscara blanca, dispuestas a cumplir con la misión evangélica que les ha sido encomendada por el pastor de su congregación: castigar violentamente a los transeúntes que estén viviendo en pecado, hasta que estos imploren el perdón y acepten el amor incondicional de Dios. Por el día, Los Tesoros del Señor, nombre con el que se le conoce a dicha agrupación, son apacibles ovejas del rebaño, incapaces de lastimar a alguien. Influencers obsesionadas con la belleza que practican sus cánticos cristianos entre rituales de maquillaje, videos en redes sociales, y rutinas de flirteo con los integrantes de los Vigilantes de Sion, una cuadrilla de varones corpulentos al servicio del templo.
Tras un altercado que termina desfigurando parte de su rostro, Mari (Mari Oliveira), una de las jóvenes que pertenecen al grupo de vigilantes nocturnos, comienza a experimentar una serie de acontecimientos que la llevan a cuestionar no solo su fe, sino también su confianza en Michele (Lara Tremouroux), su mejor amiga y líder de la banda musical. Preocupada de que su alma haya sido poseída por el demonio, la protagonista desciende por un espiral que le hará ver más allá de las caretas, destapando las incongruencias y los peligros de una sociedad ultra-conservadora, intimidada por los mitos y las leyendas creadas por unos cuantos para mantener el orden de un sistema patriarcal.
A pesar del tono cuasi-distópico con el que la directora Anita Rocha da Silveira aborda el filme, Medusa es un retrato que no dista mucho de los problemas que aquejan a su natal Brasil en la actualidad. Desde el triunfo de la extrema-derecha en años recientes, hasta los sonados escándalos de corrupción que han involucrado a altos mandatarios y la disolución de las líneas que separan a la iglesia de los asuntos del estado, la película se convierte en una inquietante fábula cautelar sobre la falta de libertad de las mujeres a raíz de un fanatismo religioso desbordado. Temáticas muy similares a las que Gabriel Mascaro había explorado hace poco tiempo en la cinta Divino Amor, con la que haría un excelente double feature (programa doble).
Con fuerte influencias del cine de Dario Argento y David Lynch, y algunas referencias al clásico de terror Eyes Without a Face, Medusa nos sumerge en hipnotizantes atmósferas cubiertas en matices verdes y rojos, las cuales representan esa constante oscilación entre la pureza y el pecado, respectivamente, dos estados que la protagonista experimenta a través del relato. La delgada línea que separa la realidad de la fantasía va difuminándose poco a poco, mostrándonos imágenes surrealistas y tenebrosas, y conduciéndonos por un camino que nos atrapa dentro de una perturbadora pesadilla. El mito de Medusa se hace presente no solo en los guiños de las serpientes que aparecen por las calles de la ciudad, sino también en la leyenda de Melissa, una bella actriz cuyo rostro fue desfigurado al grado de convertirse en un monstruo, similar al castigo impuesto por la diosa Atenea, de acuerdo a la tradición griega.
Aunque el ritmo de la cinta pierde auge ante lo reiterativo de algunas de sus temáticas, Medusa consigue salir adelante gracias a la cautivadora propuesta visual de su realizadora, al sólido trabajo actoral, y a su oportuno mensaje, el cual resuena con potencia en los Estados Unidos ante eventos recientes en los que hemos sido testigos de la pérdida de derechos y libertades de las mujeres. Un relato fuertemente anclado en el género del terror que alza la voz, cual grito ensordecedor, para romper con la tiranía de un sistema que utiliza la religión como excusa para oprimir y controlar a la ciertos segmentos de la sociedad.
Medusa estrena en cines selectos de Estados Unidos a partir del 29 de julio del 2022.

Título original: Medusa
Año: 2021
País: Brasil
Dirige: Anita Rocha da Silveira
Con: Mari Oliveira, Lara Tremouroux y Thiago Fragoso