Desde los primeros minutos, Zola, la protagonista y también narradora de la película, nos deja intrigados al advertirnos que la anécdota que está a punto de compartir es algo larga, pero llena de suspenso. Una historia originalmente publicada en Twitter, la cual se hizo viral en el año 2015 gracias al humor con el que su autora A’Ziah King – la verdadera Zola –escribió la más grande saga de strippers jamás contada. Un alocado relato sobre cómo la joven terminaría en un viaje por carretera desde Michigan hasta Florida con un grupo de extraños, involucrándose de forma involuntaria en un peligroso mundo de prostitución y violencia.
Zola (Taylour Paige) y Stefani (Riley Keough) se conocen en el restaurante donde la primera se desempeña como mesera. La conexión es casi instantánea, puesto que comparten algo en común que las une: ambas trabajan medio tiempo como bailarinas exóticas y entienden perfectamente las dificultades que deben enfrentar para sobrevivir en un ambiente laboral tan hostil. No han transcurrido ni veinticuatro horas de haberse añadido como amigas en todas las redes sociales cuando Stefani le extiende una disparatada pero tentadora invitación: viajar por coche hasta la ciudad de Tampa para bailar en un club donde las ganancias rondan los cinco mil dólares por noche. Zola acepta la proposición sin titubeos. Después de todo, no hay razón para desconfiar de una chica que dice ser casi su hermana.
Lo que la protagonista no tenía contemplado era que tanto el novio de su nueva amiga (Nicholas Braun) como el compañero de cuarto de ambos (Colman Domingo) se unirían a su épica aventura por carretera. Poco a poco, las cosas comienzan a salirse de control y las verdaderas intenciones de Stefani salen a la luz. En un abrir y cerrar de ojos, el viaje se transforma en una terrible pesadilla para Zola. Atrapada en una difícil situación que ha puesto en riesgo su propia vida, la chica deberá encontrar una manera de escapar de la trampa que sutilmente le fue tendida.
En Zola, la directora Janicza Bravo, en conjunto con Jeremy O. Harris, adaptan la peculiar y divertida historia contada a través de un hilo de 148 tweets, respetando la voz de A’Ziah King, quien funge como productora ejecutiva del filme, y dándole mayor profundidad a un relato que bien pudo haberse quedado en una simple anécdota viral sin demasiada trascendencia. De hecho, el guion brilla por sus múltiples lecturas, todas ellas válidas, que van desde un cuento aleccionador sobre la amistad y la confianza en la era de las redes sociales, hasta un siniestro retrato sobre la trata de personas, o bien, una reflexión sobre la experiencia afroamericana en la actual sociedad de los Estados Unidos.
Hay breves destellos a lo largo de la película que nos inclinan más hacia esta última dirección. Desde la vista de una bandera confederada que ondea por el cielo hasta la escena nocturna donde unos policías se encuentran torturando a un hombre detenido, es más que evidente que la protagonista observa el mundo, a través de la ventanilla del vehículo, de una forma única y diferente al resto de sus acompañantes. Y aunque Stefani y su novio Derrek buscan, de cierta forma, apropiarse de la cultura e identidad afroamericana, ya sea a través de sus peinados, sus vestimentas, sus gustos musicales, e incluso hasta en su manera de hablar, estos navegan por el mundo con una actitud diferente debido al privilegio que poseen. Algo que vemos reflejado tanto en los asientos que cada uno de ellos ocupan en el automóvil (Zola siempre viaja en el asiento trasero) como en la escena donde las jóvenes se encuentran en un baño público y una de ellas ni siquiera quiere sentarse en el inodoro.
Además de que cada personaje en Zola está perfectamente construido, las interpretaciones del cuadro de actores ayudan a elevar el nivel del material plasmado en papel. Taylour Paige es extraordinaria, transmitiendo las emociones de su personaje con tan solo un gesto o una mirada, mientras que Riley Keough lleva su rol de American Honey al extremo, con resultados igualmente hilarantes e incómodos. Colman Domingo, quien junto a Paige participó en la producción original de Netflix Ma Rainey’s Black Bottom, Jason Mitchell y Nicholas Braun complementan el reparto de este desquiciado «ho trip» con sus divertidas caracterizaciones.
Cabe destacar también el estilo tan fresco y original que Bravo inyecta al filme. La edición es juguetona sin caer en lo exagerado, por ejemplo, poniendo la imagen en pausa mientras la protagonista agrega algo más a la historia por medio de su narración, o bien, interrumpiendo el flujo narrativo con secuencias de corte fantástico o con segmentos que cuentan la historia desde la perspectiva de otro personaje. El ingenio de la realizadora (cada que el guion hace referencia a un tweet original se escucha el sonido de notificaciones de la plataforma digital), se complementa con la fabulosa banda sonora a cargo de Mica Levi, quien mezcla el hipnótico ritmo de arpas y xilófonos con ruidos de nuestra vida cotidiana, como el sonido del iPhone al ser desbloqueado o al enviar y recibir un mensaje de texto. Una cacofonía tan familiar que a la vez genera esas atmósferas de desconcierto e incomodidad que rodean al personaje principal.
El único pero que le pondríamos a la película es su final tan abrupto, el cual nos deja esperando una resolución más contundente. Pese a ello, Zola es una cinta que vale la pena por su arriesgada propuesta, su impredecible guion, su estilo tan único y sus extraordinarias actuaciones. Una comedia oscura con el toque justo de suspenso y terror que expone los peligros de un mundo de falsas apariencias donde resulta imposible confiar ciegamente en los demás. Les recomendamos echarle un vistazo a #TheStory después de ver la cinta para no arruinar sus inesperados giros. Algunas capturas del hilo original se encuentran en este enlace, así como también en este libro que A24 ha puesto a la venta a través de su tienda virtual.
Calificación: *** 1/2
Título original: Zola
Año: 2020
País: Estados Unidos
Dirige: Janicza Bravo
Con: Taylour Paige, Riley Keough, Colman Domingo, Nicholas Braun y Jason Mitchell