En una apacible finca de Noruega conocemos a Gunda, la carismática protagonista de este contemplativo documental, quien recién acaba de parir a casi una docena de cerditos. La cámara se mueve sigilosamente dentro de su corral de madera y heno mientras ésta comienza a amamantar a sus crías. La fotografía en blanco y negro añade un toque artístico a lo que a simple vista pareciera una simpática y entrañable historia que podía haber formado parte del repertorio de Disney Nature o National Geographic, pero que pronto nos sorprende no solo con su realismo, sino también con su crudeza.
Basta con observar los primeros minutos de Gunda para darnos cuenta que el director ruso Viktor Kosakovskiy (Aquarela) no tiene la menor intención de idealizar la vida de los animales en la granja. Al contrario, su lente silencioso captura tanto momentos sencillos de absoluta belleza, como instantes desgarradores que muestran la soledad y el hastío de una existencia en cautiverio.
En una de las secuencias más hermosas que hemos visto este año, observamos a una gallina con una sola pata caminar por el burdo terruño, intentando mantener el balance de su cuerpo mientras explora los límites de su nuevo hogar. Una poderosa escena de resiliencia retratada con una preciosa fotografía. Momentos antes, el ave había arribado junto a sus compañeras dentro de una jaula. La mayoría de ellas con visibles huellas de maltrato, posiblemente después de haber crecido y vivido en confinación. Vemos cómo los animales dan sus primeros pasos de libertad con cautela, temerosos y desconcertados, para posteriormente darse cuenta que su nueva autonomía no es más que una mera ilusión. Una reja aún los separa del mundo exterior, solo que ahora hay más espacio para moverse.
Kosakovskiy nos muestra también a una manada de vacas, cuya peculiaridad consiste en unirse en pares para ayudarse mutuamente a espantar a los molestos mosquitos que no les dejan comer y descansar en paz. No obstante, es la historia de Gunda la que mantiene el mayor protagonismo. Una madre unida a sus juguetonas crías, las cuales han ido creciendo a un paso acelerado. Es cuestión de tiempo para que los cerditos sean los suficientemente independientes para poder moverse por la granja sin la necesidad de un adulto guardián.
Filmada en locaciones en Noruega, España e Inglaterra, Gunda no requiere de diálogos para transmitir su mensaje. Es preciso contemplar la simpleza de la naturaleza a través de sus deslumbrantes e hipnóticas imágenes para entender que los animales son seres conscientes y que, al igual que uno, comparten emociones y memorias. Gunda no es el típico documental familiar sobre la encantadora vida en el campo, ni tampoco es un panfleto que busca nuevos conversos al veganismo. Es un crudo y doloroso relato que muestra los daños provocados por el hombre, en su afán por complacer las demandas de un mundo consumista.
Calificación: ***
Título original: Gunda
Año: 2020
País: Noruega, Estados Unidos
Dirige: Viktor Kosakovskiy