Estrenada en el Festival de Cine de Toronto del año pasado, Tamara y la Catarina retrata la realidad que diariamente enfrentan miles de personas en México, quienes al vivir con algún tipo de discapacidad terminan siendo víctimas de la discriminación, el rechazo y la burla de una sociedad apática a sus necesidades. La directora mexicana Lucía Carreras nos presenta una conmovedora historia sobre dos mujeres que, en su soledad, forman una inesperada y estrecha relación que llevará a uno como espectador a descubrir el verdadero significado de la palabra empatía.
Tamara (interpretada magistralmente por Angeles Cruz) es una mujer con discapacidad cognitiva que vive junto a su hermano en una pequeña vivienda perteneciente a un barrio de escasos recursos. Luego de que éste abandona el hogar, Tamara – quien posee las habilidades intelectuales de un infante – se verá obligada a realizar las labores domésticas por sí misma, poniendo en riesgo su propia vida. Un día, luego de terminar su trabajo en una cafetería ubicada en el centro de la Ciudad de México, Tamara observa a una bebé que se encuentra en un puesto de revistas sin la supervisión de un adulto. De inmediato surge en ella un instinto maternal, y preocupada por el bienestar de la menor, decide llevársela para cuidar de ésta.
Es aquí donde la historia de Tamara se entrecruza con la de Doña Meche (Angelina Peláez), una vecina que atiende un puesto de quesadillas, quien se da cuenta que la chica ha cometido un delito. Abandonada por sus hijos, quienes migraron a los Estados Unidos en busca de un mejor futuro, Doña Meche se convierte en una figura materna para Tamara. Es así como la mujer logra entender las dificultades a las que la chica debe enfrentarse día con día, las cuales van desde su aseo personal, hasta prepararse de desayunar, tomar el autobús y transitar por las caóticas avenidas de la gran urbe. Esta empatía por Tamara es lo que pone a Doña Meche en una disyuntiva: por un lado sabe que tiene el deber moral y cívico de reportar el delito ante las autoridades y devolver a la pequeña a sus padres. Por otro lado, ésta es testigo de la indiferencia y la discriminación por parte de las autoridades ante personas que no tienen los medios para defenderse.
Carreras pone el dedo en la llaga en una de las muchas problemáticas sociales que se viven en México: el quebranto de los derechos humanos hacia los sectores de la población poco privilegiados. En este caso, la película nos refiere al de una persona con discapacidades, pero también nos muestra que este mismo trato injusto y poco humano es una constante para las poblaciones indígenas del país, las personas de bajos recursos, y aquellos que no tienen un alto nivel educativo. La desigualdad de clases sociales tan marcada que existe en todo el territorio mexicano ha propiciado un ambiente en el que impera una verdadera falta de respeto, simplemente por la apariencia física o la forma de hablar de algunas personas.
Y es ahí justamente donde Tamara y la Catarina viene a darnos una lección al enseñarnos que antes de juzgar bajo nuestros propios prejuicios, es necesario conocer y entender las necesidades de los demás. Es a través de la empatía que ambos personajes son capaces de llegar a una resolución que sea menos perjudicial. Tamara y la Catarina sobresale por el manejo de su historia, el realismo que la realizadora imprime a la misma, y su fuerte mensaje. Las actuaciones de sus dos actrices protagónicas es digna de reconocimientos y menciones especiales, particularmente la de Angeles Cruz, quien se mete de lleno en la piel de Tamara para ofrecernos una interpretación conmovedora.
Tamara y la Catarina es uno de los filmes mexicanos de ficción más sólidos del último año, y uno que debería tener la oportunidad de llegar a las salas de cine de todo el país para que la audiencia no solamente descubra y disfrute de esta historia, sino también para sensibilizar al espectador sobre estas temáticas y acabar con los prejuicios.
Calificación: *** 1/2
Título original: Tamara y la Catarina
Año: 2016
País: México
Dirige: Lucía Carreras
Con: Angeles Cruz, Angelina Peláez, Gustavo Sánchez Parra y Harold Torres